"Napolitanos usurpadores/ que todo oficio quitan al pobre/ ya no hay negros botelleros,/ ni tampoco changadores,/ ni negro que venda fruta,/ mucho menos pescador,/ porque esos napolitanos/ hasta pasteleros son,/ y ya nos quieren quitar/ el oficio de blanqueador,/ ya no hay sirvientes de mi color,/ porque "bachichas" toditos son,/ dentro de poco, Jesús, por Dios!/ bailarán qemba con el tambor…"
Cuando los italianos llegaron al país, trajeron consigo todo su bagaje cultural, todas sus costumbres, todos sus oficios y al pisar suelo argentino transformaron sutilmente el estilo de vida de sus habitantes.
El cambio más notable, entre mediados y fines del siglo pasado se vio en las calles de Buenos Aires. Las dos terceras partes de los italianos que llegaron habían trabajado en Europa en tareas rurales, pero al llegar aquí, una apreciable mayoría se quedó en Buenos Aires, dedicándose especialmente a la industria y al comercio. No hubo ramo comercial en el que no se advirtiera la presencia italiana: casas de música, bazares que exhibían finos objetos de importación, elegantes sastrerías para hombres, inmensas tiendas, relojerías, fondas, cantinas y boliches y además, muchos vendedores ambulantes de pescados y perdices, de diarios, de fruta, de golosinas, de pájaros, de cualquier cosa...
Fiel testimonio de este tipo de vida es reflejado por los negros y sus versos escritos más arriba.
1875, Canto de los habitantes negros de Buenos Aires hacia los italianos
Cuando los italianos llegaron al país, trajeron consigo todo su bagaje cultural, todas sus costumbres, todos sus oficios y al pisar suelo argentino transformaron sutilmente el estilo de vida de sus habitantes.
El cambio más notable, entre mediados y fines del siglo pasado se vio en las calles de Buenos Aires. Las dos terceras partes de los italianos que llegaron habían trabajado en Europa en tareas rurales, pero al llegar aquí, una apreciable mayoría se quedó en Buenos Aires, dedicándose especialmente a la industria y al comercio. No hubo ramo comercial en el que no se advirtiera la presencia italiana: casas de música, bazares que exhibían finos objetos de importación, elegantes sastrerías para hombres, inmensas tiendas, relojerías, fondas, cantinas y boliches y además, muchos vendedores ambulantes de pescados y perdices, de diarios, de fruta, de golosinas, de pájaros, de cualquier cosa...
Fiel testimonio de este tipo de vida es reflejado por los negros y sus versos escritos más arriba.
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